jueves, 17 de junio de 2010

Mortal por tus temores,inmortal por tus deseos..Pitàgoras



Ven, ven quien quiera que seas, ven!
Infiel, religioso o pagano, poco importa.
Nuestra caravana no es la de la desilusión!
Nuestra caravana es la de la esperanza!
Ven aunque hayas roto mil veces tus promesas,
ven, a pesar de todo, ven!




Viernes en la oficina. Hoy el jefe no ha venido. Algunos de mis compañeros parecen haber desaparecido sin dejar rastro. Estoy sola en el despacho, de vez en cuando se oyen pasos por el pasillo, pero pasan de largo. El trabajo del día ya hecho. El ordenador encendido, yo navegando de aquí allá por internet , sin fijarme demasiado en nada. Por pura rutina abro el mesenger. Nadie conectado.

La mañana sigue sin mayor novedad. Me dejan algún papel en la mesa, suena alguna llamada buscando a otra persona. A las doce ya me está entrando sueño. Un cuadrado en la pantalla del ordenador llama mi atención: "X acaba de iniciar sesión".

Me enderezo en el asiento. Esas cinco palabras han sido suficientes para que me empiece a sentir excitada. Unos segundos después se abre una ventana de conversación. Un saludo, un rato de charla amable. De pronto y sin que tenga ninguna relación con lo que estamos hablando, X me pregunta cómo voy vestida. Sonrío, sé que llevo puesto lo que le gusta. Una falda ancha. Me pide que me la suba hasta las caderas. Lo hago.

Ahora, me pide que me quite las bragas. Miro alrededor, aunque sé que no hay nadie. La mesa cubre la visión de la mayor parte de mis piernas. Cojo las bragas y las dejo en un cajón de la mesa.

Aunque sabe perfectamente que sí, me pregunta si estoy excitada. Me pide que le describa cómo. Le cuento que mis pezones están duros bajo la tela de la blusa, que la parte interior de mis muslos se ha humedecido. Que he empezado a excitarme al verle conectado. Que lo estoy más porque me lo pregunta. Eso le gusta. Me dice que me va a seguir excitando hasta que a èl le parezca. Allí mismo en mi mesa de despacho.

Me acomodo lo mejor que puedo en la silla, quito las manos del teclado y las llevo bajo la falda. Acerco los dedos de la mano izquierda hacia mi sexo. Lo acaricio lentamente, siguiendo la cadencia de las letras en la pantalla.

Cada línea que aparece hace aumentar la velocidad de mis dedos. Estoy acalorada, entreabierta la boca y húmedos los labios, sin poder evitar que se me escape algún gemido. Las piernas separadas, las manos acariciando, el cuerpo arqueado. Finalmente echo la cabeza hacia atrás, la pantalla se nubla por un momento, me vencen mis jadeos. Me quedo desfallecida, incapaz de moverme sobre la silla. Las líneas se han detenido. Mis manos vuelven al teclado...






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